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Epilepsia

¿Qué es la epilepsia?

Es una enfermedad crónica, caracterizada por una predisposición a presentar crisis epilépticas espontáneas y recurrentes, las que se producen por descargas eléctricas anormalmente sincronizadas y excesivas de las neuronas de la corteza cerebral.

Las manifestaciones clínicas de las crisis epilépticas pueden ser variadas y dependen del área de la corteza cerebral donde se originan.

Existen distintos tipos de crisis epilépticas. Uno de los errores más frecuentes es creer que corresponden solamente a las de tipo tónico – clónicas generalizadas, con pérdida de conciencia, caída y movimiento de todo el cuerpo. Si bien éstas son las más evidentes y no pasan desapercibidas, corresponden a una minoría, ya que solo el 20% de todas las epilepsias se manifiestan con este tipo de crisis.

Las crisis epilépticas se pueden manifestar a través de diversas formas: movimientos involuntarios de las extremidades, sensaciones físicas, como olores específicos, hormigueo, náuseas y dificultad para hablar, entre otras. También suele expresarse a través de episodios en que, si bien la persona parece estar consciente, con los ojos abiertos, se desconecta del medio, no responde a estímulos y presenta conductas automáticas, como sacarse la ropa, repetir frases o palabras incoherentes, mover las manos o boca.

Síntomas

Los síntomas varían de una persona a otra. Algunas personas pueden tener simples episodios de ausencias. Otras tienen temblores violentos y pérdida de la lucidez mental. El tipo de convulsión depende de la parte del cerebro afectada.

La mayoría de las veces, la convulsión es similar a la anterior. Algunas personas con epilepsia tienen una sensación extraña antes de cada convulsión. Estas sensaciones pueden ser hormigueo, sentir un olor que realmente no existe o cambios emocionales. Esto se denomina aura.

El médico puede darle más información acerca del tipo específico de convulsión que usted pueda tener:

Ausencias típicas (pequeño mal) (episodios de ausencias)

Convulsiones tonicoclónicas generalizadas (crisis de gran mal) (involucran todo el cuerpo e incluyen aura, rigidez muscular y pérdida de la lucidez mental)

Convulsiones parciales (focales) (pueden incluir cualquiera de los síntomas anteriormente descritos, según la parte del cerebro donde se inicia la convulsión)

Causas

En más de la mitad de los casos, la causa es desconocida. Cuando se puede encontrar una causa, suele ser una de éstas:

Lesión en la cabeza

Trauma en la cabeza

Infección en el cerebro

Derrame cerebral

Tumor cerebral

Enfermedad de Alzheimer

Malformación en un área del cerebro

Factores genéticos

Hay factores que hacen más propenso a uno a sufrir una crisis epiléptica. Aunque cada persona es diferente, los siguientes son algunos de estos factores:

Una hora específica del día o de la noche

No dormir lo suficiente

Sentirse estresado

Saltearse comidas

Comer determinados alimentos

Estar enfermo o tener fiebre

Luces parpadeantes

Saltearse 1 o más dosis de los medicamentos anticonvulsivos

Para las mujeres – ciclo menstrual (período)

Diagnóstico

Un electroencefalograma (EEG): es una prueba diagnóstica que da una representación gráfica de la actividad eléctrica del cerebro. Durante una crisis, se puede observar cómo la gráfica se vuelve extremada, por lo que la utilización de este método es muy fiable para diferenciar la epilepsia de otro tipo de convulsiones o pseudocrisis. Sin embargo, esta prueba es insuficiente para pautar un tratamiento, ya que distintos tipos de crisis epilépticas son tratados con fármacos diferentes, por lo que se necesita una evaluación de la historia clínica del paciente, investigando factores y antecedentes de este y de su familia.

La monitorización vídeo-electroencefalograma (MVEEG): se realiza en unidades de epilepsia de hospitales especializados que cuentan con personal formado para extraer datos en vivo y en un ambiente controlado. Esta monitorización consiste en privar al paciente de medicación antiepiléptica para asegurar la aparición de crisis que se puedan estudiar, combinando, durante la crisis, la grabación de imágenes con el electroencefalograma y la exploración clínica.

Otros elementos diagnósticos por imagen permiten obtener una foto de cómo funciona el cerebro y dónde se encuentran los focos epileptógenos: este tipo de diagnóstico requiere de la implantación de electrodos intracraneales que ofrecen a las especialistas lecturas de la actividad cerebral, pudiendo combinarse varios elementos diagnósticos para un resultado más fiable.

 

Factores de riesgo

Existen ciertos factores que pueden aumentar el riesgo de sufrir epilepsia, como los siguientes:

Edad. La aparición de la epilepsia es más frecuente en niños y adultos mayores, pero la enfermedad puede ocurrir en cualquier edad.

Antecedentes familiares. Si tienes antecedentes familiares de epilepsia, es posible que tengas un mayor riesgo de desarrollar un trastorno convulsivo.

Lesiones en la cabeza. Las lesiones en la cabeza son responsables de algunos casos de epilepsia. Puedes reducir el riesgo mediante el uso del cinturón de seguridad mientras andas en un vehículo y mediante el uso de un casco mientras andas en bicicleta, esquías, andas en una motocicleta o participas en otras actividades con alto riesgo de recibir lesiones en la cabeza.

Accidente cerebrovascular y otras enfermedades vasculares. El accidente cerebrovascular y otras enfermedades de los vasos sanguíneos (vasculares) pueden provocar daño cerebral que puede desencadenar epilepsia. Puede tomar una serie de medidas para reducir el riesgo de padecer estas enfermedades, entre las que se incluyen limitar el consumo de alcohol y evitar los cigarrillos, seguir una dieta saludable y hacer ejercicio regularmente.

Demencia. La demencia puede aumentar el riesgo de desarrollar epilepsia en adultos mayores.

Infecciones cerebrales. Las infecciones como la meningitis, que causa inflamación en el cerebro o la médula espinal, pueden aumentar el riesgo.

Convulsiones en la infancia. Las fiebres altas en la infancia a veces pueden relacionarse con las convulsiones. Los niños que tienen convulsiones debido a fiebres altas generalmente no desarrollarán epilepsia. El riesgo de desarrollar epilepsia aumenta si un niño tiene una convulsión prolongada, otra enfermedad del sistema nervioso o antecedentes familiares de epilepsia.

 

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