Menopausia
La menopausia es el momento que marca el final de los ciclos menstruales. Se diagnostica después de que transcurren doce meses sin que tengas un período menstrual. La menopausia puede producirse entre los 40 y 50 años, pero la edad promedio es a los 51 años en los Estados Unidos.
¿Qué otros cambios puede traer la menopausia?
La menopausia puede ser un período difícil. Además de los síntomas con los que puede ser duro tener que lidiar, pueden presentarse muchos cambios estresantes en la vida al mismo tiempo que la perimenopausia y la menopausia.
Entre algunos de los cambios que pueden presentarse en esta etapa de la vida, se incluyen los siguientes:
Ansiedad acerca de las enfermedades, el envejecimiento y la muerte
Ansiedad acerca del futuro, de envejecer y de perder la independencia
Ansiedad acerca de sufrir alguna discapacidad
Cambios en las relaciones familiares, sociales y personales
Cambios en la identidad o en la imagen corporal
Hijos que se van del hogar
Divorcio o pérdida de la pareja
Enfermedad o discapacidad de la pareja
Más responsabilidad por los nietos
Pérdida de los seres queridos
Cambios en la situación financiera
Jubilación
¿Cuándo debería consultar con un profesional de la salud?
Consulta durante la perimenopausia y la menopausia si:
Sangrado anormal durante la perimenopausia
Si bien se esperan cambios en el sangrado durante la perimenopausia, algunos tipos de sangrado pueden deberse a cambios anormales en el endomentrio (el recubrimiento interno del útero). Si el endometrio se vuelve muy grueso e irregular, puede desarrollar cáncer; pero este, normalmente, se puede prevenir, si se identifica temprano.
Sangrado anormal después de la menopausia
En algunos casos, el sangrado no se detiene después de la menopausia. Es fácil confundir este tipo de sangrado con los síntomas de la perimenopausia, lo cual puede llevar a alguien a pensar que aún no ha alcanzado la menopausia, cuando en realidad sí.
Síntomas después de la menopausia
Muchos de los síntomas que aparecen durante la perimenopausia, aunque son molestos, se vuelven menos frecuentes y menos intensos después de la menopausia. Sin embargo, la disminución de los niveles de estrógenos provoca cambios que pueden seguir afectando negativamente a la salud (por ejemplo, aumentando el riesgo de osteoporosis). Estos cambios pueden empeorar, a menos que se tomen medidas para su prevención. Se pueden ver afectados los siguientes:
El aparato reproductor: el revestimiento de la vagina se vuelve más fino, más seco y menos elástico (una condición denominada atrofia vaginal o, a veces, denominada inapropiadamente vaginitis atrófica). Estos cambios pueden hacer que las relaciones sexuales sean dolorosas. Otros órganos sexuales (labios menores, clítoris, útero y ovarios) disminuyen de tamaño. El deseo sexual (libido) también suele disminuir con la edad. La mayoría de las mujeres pueden seguir teniendo orgasmos, pero algunas requieren más tiempo para alcanzarlo.
El aparato urinario: el revestimiento de la uretra se adelgaza y la uretra se hace más corta. Debido a estos cambios, los microorganismos pueden entrar en el cuerpo más fácilmente, y algunas mujeres contraen infecciones del tracto urinario con mayor facilidad. Una mujer con una infección del sistema urinario puede sentir sensación de ardor al orinar. Después de la menopausia, la necesidad de orinar de pronto puede llegar a ser urgente (llamada urgencia urinaria), dando lugar en ocasiones a una incontinencia urinaria, es decir, una fuga involuntaria de orina. La incontinencia urinaria se hace más frecuente e intensa con la edad. Sin embargo, la forma en que la menopausia contribuye a la incontinencia no está clara. Muchos otros factores, como los efectos del parto, la obesidad y el uso de terapia hormonal, contribuyen a la incontinencia.
La piel: la disminución de los estrógenos, así como el propio envejecimiento, provocan un descenso en la cantidad de colágeno (una proteína que confiere resistencia a la piel) y de elastina (una proteína que hace que la piel sea elástica). Así, la piel puede volverse más delgada, más seca, menos elástica y más vulnerable a las lesiones.
El hueso: la disminución de los estrógenos a menudo provoca una disminución en la densidad ósea, y a veces osteoporosis, porque los estrógenos ayudan a mantener los huesos. Al tornarse los huesos menos densos y más débiles, aumenta la probabilidad de fracturas. Durante los primeros 5 años posteriores a la menopausia, la densidad ósea disminuye rápidamente. Tras este periodo, disminuye más o menos a la misma velocidad que en el caso de los hombres (alrededor de un 1 al 3% cada año).
Los niveles de grasa (lípidos): después de la menopausia aumentan los niveles de lipoproteínas de baja densidad (LDL, el colesterol malo), y los de las lipoproteínas de alta densidad (HDL, el colesterol bueno) se mantienen aproximadamente iguales que antes de la menopausia. Estos cambios en los niveles de LDL pueden explicar en parte por qué la ateroesclerosis, y por lo tanto, las arteriopatías coronarias, son más frecuentes entre las mujeres después de la menopausia. Sin embargo, no está claro si estos cambios son resultado del envejecimiento o de la disminución de los niveles de estrógenos tras la menopausia. Hasta el momento de la menopausia, los niveles altos de estrógenos pueden proteger contra las arteriopatías coronarias.
Modificación del estilo de vida
Para los sofocos, lo siguiente puede ayudar:
Evitar los factores desencadenantes (p. ej., alimentos condimentados, luces brillantes, consuelos, reacciones emocionales predecibles)
Enfriamiento del medio ambiente (p. ej., bajar el termostato, uso de ventiladores)
El uso de varias capas de ropa que se pueden quitar cuando sea necesario puede ayudar
Ejercicio y pérdida de peso
Los lubricantes vaginales de venta libre y los hidratantes ayudan a aliviar la sequedad vaginal. Las relaciones sexuales regulares u otra estimulación vaginal ayuda a preservar la función vaginal.
Medicina alternativa y complementaria
La cimicífuga, otras preparaciones en base a hierbas y los productos de venta libre no parecen ser útiles. La proteína de soja se ha estudiado con resultados contradictorios; sin embargo, se ha reportado que un producto de la soja, el S-equol, alivia los sofocos.
El uso de ejercicio regular, la respiración pausada (un tipo de respiración lenta y profunda), atención plena o técnicas de relajación para reducir los sofocos ha tenido resultados mixtos, aunque las técnicas de ejercicio y relajación pueden mejorar el sueño. La acupuntura también ha tenido resultados contradictorios.
Fármacos neuroactivos
En ensayos controlados aleatorizados, bien diseñados, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y norepinefrina (IRSN), y la gabapentina han demostrado ser moderadamente eficaces para reducir los sofocos. Una dosis baja (7,5 mg una vez al día) de paroxetina (un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina) es la única terapia no hormonal aprobada que se utiliza específicamente para los sofocos. No obstante, todos estos fármacos son menos efectivos que la terapia hormonal
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